Sólo España

11 novembre, 2019

Los días posteriores a la sentencia del procés contra los lideres políticos y sociales, la ciudad de Barcelona fue el escenario de protestas protagonizadas por centenares de jóvenes que encontraron en la quema de contenedores una vía para canalizar su indignación. No muy lejos de la Vía Laietana, sus cargas policiales y sus gases lacrimógenos, se encuentra el Teatro Goya, un clásico de la ciudad que opera desde principios de siglo XX y que aquellos días acogía a Lola Herrera y su ya mítico espectáculo ‘Cinco horas con Mario’, la obra de Miguel Delibes que lleva representando cuarenta años por los escenarios de todo el mundo y que tuve la suerte de ver.

El personaje que representa Herrera es Doña María del Carmen una mujer de la España negra de 1966, que después de la muerte de su marido, tiene la conversación más sincera e íntima de toda su vida. María del Carmen es una mujer conservadora, religiosa, racista e intolerante de las que se forjaron a la luz de la dictadura. Uno puede imaginarse el perfil de Doña María a medida que avanza la obra cuando ésta se refiere o “los negros” como “caníbales que no pueden dar lecciones”, se queja por la intención de unos protestantes de abrir una capilla cerca de su casa y discrepa abiertamente del Concilio Vaticano II por moderno. El personaje es complejo y con suficiente vida interior para mantener al público concentrado durante la hora y media que dura el monólogo. Herrera termina su función, toda la sala en pie, y volvimos directamente, sin transiciones, a la Barcelona que se manifestaba. Al salir pensaba en lo afortunados que éramos catalanes y españoles por haber dejado atrás una sociedad cerrada y dogmática para abrazar unos nuevos valores que, de algún modo, veía representados en los centenares de miles de personas que esos días se manifestaban de forma pacífica por la ciudad para defender la democracia y la libertad.

Estos días, a propósito del resultado electoral del pasado 10 de noviembre, me he preguntado dónde han estado escondidas durante todos estos años las ideas de Doña María y que ahora vuelven a aparecer. Para aquellos que confiamos más en los postulados liberales de Mill que en la Biblia para hacer política, la irrupción de Vox es una noticia devastadora. El ultracatolicismo, el nacionalismo español, la homofobia y el racismo (entre otros) entran de la mano y con fuerza, bajo el lema del partido, “España Siempre”, que podríamos redefinir como “Sólo España”. Sin lugar a dudas, por su dogmatismo Vox convierte la política en algo peor, ya no se contempla el debate con el diferente puesto que no se tolera al diferente.

Seguramente los de Abascal han llegado para quedarse y si no son ellos mañana pueden ser otros, pero más allá de las reflexiones sobre cómo hemos llegado hasta aquí todos debemos ejercer de dique de contención para evitar una propagación de la antipolítica. Ignorar a los nostálgicos del franquismo no nos ha servido de mucho, de manera que tendremos que interiorizar la denuncia constante a sus ideales puesto que o combatimos a los intolerantes para poder vivir con más libertad o su intolerancia acabará con nosotros. Esta idea nos acerca a las tesis de Popper y su paradoja de la tolerancia, que describe de qué manera una sociedad no puede ser tolerante con los intolerantes puesto que estos mismos acabarían con las sociedades tolerantes.

No abordar los grandes problemas nos ha llevado hasta aquí, pero no tendremos muchas más oportunidades para frenar el resurgimiento de la extrema derecha en Europa y ahora ya sabemos que de nada vale ignorarla. Lo que debemos es combatirla.

 

 

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