El año 2018 el escritor Vicenç Villatoro ganó el Premi Carles Rahola d’Assaig con su libro ‘Massa Foc’. En el texto, Villatoro imagina conversaciones entre Niccolò Machiavelli y Girolamo Savonarola en la Florencia del siglo XV como sólo lo puede hacer alguien que conoce muy bien la vida y el pensamiento de los dos personajes. El libro es una joya y altamente recomendable para aquellos que sentimos pasión por Italia, la filosofía, la política, la historia y la teología.
Savonarola fue el impulsor de las hogueras de la vanidad donde invitaba a todos los habitantes de la ciudad a quemar sus pertenencias, especialmente aquellas lujosas, que podían disgustar a Dios, pero inició también una batalla contra la influencia de la familia Médici a quienes consideraba unos tiranos. El Machiavelli Villatoriano se muestra más escéptico sobre la conveniencia de iniciar una revolución como la que plantea el religioso, pues según afirma “las revoluciones son un caballo desbocado. Los hace avanzar la injusticia y esto es bueno. Pero nunca sabe por si solo cuando parar”. Machiavelli recuerda un poco a lo que hoy señalaríamos en tono despectivo como un moderado o equidistante, pero junto al tono incendiario de Savonarola sus palabras resultan balsámicas.
Recordaba haber subrayado algunas partes del diálogo entre los dos protagonistas hablando sobre la oportunidad, o no, de derribar estatuas de lo que Savonarola considera tiranos. A propósito de distintas iniciativas que han surgido a escala mundial para eliminar estatuas de distintos personajes a los que hoy debemos un mundo un poco mejor he releído algunos fragmentos. Pienso en la solicitud para retirar la estatua de Julio César en Flandes por violento, la de Gandhi en Leicester por machista o la de Churchill en Londres por racista.
En el diálogo florentino Machiavelli responde a la intención de Savonarola de derribar estatuas con una contrapropuesta, pues según él sólo se pueden derribar las estatuas si también se derriban sus pedestales. Según el pensador, si derribamos una estatua de un tirano y dejamos el pedestal alguien puede tener la tentación de poner otra estatua de alguien que termine por convertirse también en tirano y eso es algo que se debe evitar.
Cuando prácticamente toda Europa había caído frente a los ejércitos de Hitler y Stalin firmaba pactos de no agresión con él, Churchill puso toda su fuerza militar para acabar con su avance, que ponía en riesgo las democracias de todo el mundo. Gandhi empezó una marcha pacífica para conseguir la independencia de su país y se convirtió en un referente mundial de la lucha pacífica. A Churchill le debemos un mundo un poco más libre y a Gandhi la demostración de que la lucha pacífica es el camino. Justamente por estas razones tienen múltiples reconocimientos en todo el mundo. Si juzgamos con los ojos de hoy a personajes nacidos hace más de cien años es posible que no cumplan todos los estándares de nuestra sociedad como tampoco los cumplirá el mejor de los nuestros dentro de cien años.
Es absurdo convertir en tiranos a los héroes de ayer puesto que gracias al avance de las sociedades nadie supera los juicios morales de la historia. Ni el discurso más progresista del primer presidente negro de la historia de Estados Unidos ni las palabras de Malala Yousafzai o Greta Thunberg van a sonar bien dentro de cien años. Parar los juicios que se celebran desde el sectarismo de algunos de nuestros conciudadanos es un imperativo si no queremos que los grandes defensores de los derechos humanos de nuestros días sean los más grandes villanos con el cambio de siglo.