¿Malos tiempos para el progreso?

15 octubre, 2020

No es ningún secreto que vivimos hiperconectados, como tampoco lo es que el consumo selectivo que hacemos y que hacen las redes sociales al suministrarnos información de forma interesada nos puede ayudar a construir una idea distorsionada del mundo en el que vivimos. Hoy conocemos al momento cuando un policía mata a un ciudadano afroamericano en los Estados Unidos, cuando un militante de la extrema derecha acaba con la vida de once personas en Hanau a golpe de escopeta, cuando un grupo neofranquista realiza una agresión homófoba en l’Eixample de Barcelona o la ultima actuación de Boko Haram en Camerún. Lo podemos conocer todo y sólo en cuestión de minutos.

Nos convertimos en receptores de todo tipo de noticias que nos pueden conducir directamente a pensar que vivimos un proceso de regresión de derechos y libertades a escala planetaria y que nos espera a la vuelta de la esquina una nueva etapa gris en la que tendremos que volver a luchar por aquello que pensábamos que ya teníamos asegurado de forma vitalicia.

El anuncio de Trump de proponer a una antiabortista como Amy Coney para ocupar un puesto en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos o que la extrema derecha se atreva a realizar la primera moción de censura en la historia de la democracia en el Congreso español es, sin lugar a dudas, una mala noticia y nos ayuda a construir ese imaginario.

Como es habitual, en los clásicos encontramos algo de luz. Platón dedicó esfuerzos importantes para diferenciar la Doxa (todo el conjunto de información que recibimos a través de los sentidos sin ninguna intervención de la razón) del Episteme o conocimiento al que sólo se llega con la intervención de la razón sobre la información de la que disponemos.

De esta manera, si nos dejamos guiar por la Doxa nos parecerá evidente que todo el progreso y el terreno que han ganado el liberalismo y la tolerancia a lo largo de las últimas décadas ha sido sólo parte de un ciclo que ahora termina para dejar paso a una etapa reaccionaria. Ahora bien, si analizamos con una perspectiva racional la situación nos damos cuenta de que esa percepción poco se acerca a la realidad.

El politólogo Christian Welzel definió como “valores emancipatorios” aquel conjunto de valores que aparecen fruto de los cambios en las sociedades de la información. Según Welzel, gracias a la seguridad y a la tranquilidad que da vivir en una sociedad moderna dejamos de preocuparnos por la seguridad, y la libertad poco a poco va ocupando su espacio en una nueva escala de valores.

Para definir estos nuevos valores el autor tuvo en cuenta cuestiones como la igualdad de género, opciones personales (aborto, matrimonio homosexual, divorcio…) y derechos y libertades políticas. Dedicó tiempo a recopilar información sobre la evolución de estos valores emancipatorios en 95 países de todo el mundo y los agrupó en diez unidades de países con historias y culturas parecidas. El resultado deja poco margen a la interpretación: desde 1960 hay una tendencia claramente positiva a lo que valores emancipadores se refiere. No es ninguna sorpresa que los países occidentales de Europa con tradición protestante lideren el bloque seguidos por el bloque Estados Unidos-Canadá y con la Europa católica en tercer lugar. En el último puesto encontramos el bloque de Oriente Medio y África del Norte e incluso en este caso la simpatía frente a estos valores se ha multiplicado por cinco en los últimos sesenta años.

Lo más sorprendente de la información recopilada por Welzel es que, a pesar de nuestras percepciones, desde 1960 hasta nuestros días todos los bloques de países sin excepción muestran una evolución positiva.

Prácticamente en todo el mundo, afirma Welzel, la gente es más liberal y más tolerante y en aquellos países donde todavía queda trabajo por hacer las nuevas generaciones se presentan como una esperanza blanca. Así pues, creo que no hay espacio para el desánimo o el pesimismo. A pesar de toda la información que recibimos, a pesar de todo lo que podamos pensar, no son malos tiempos para el progreso.

 

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