Con la desaparición de Convergència Democràtica de Catalunya el año 2016 una parte importante de sus militantes nos unimos al recién fundado Partit Demòcrata, otros optaron por otras opciones políticas y otros tantos terminaron, junto con el partido, su etapa de militancia política.
El Partit Demòcrata ambicionaba representar esa parte de ciudadanos de Catalunya que durante años habían defendido la idea de autogobierno catalán diseñada por el ‘president’ Pujol y que viendo que esta vía ya no tenía más recorrido apostaron por la independencia, modificando la relación establecida entre Catalunya y España. Pero las circunstancias políticas que tuvieron lugar en Catalunya durante el otoño de 2017 y que culminaron con la aplicación del artículo 155 por parte del Gobierno español alteraron el que debía ser el camino natural del partido por la apuesta que éste hizo por una nueva fórmula. Ésta era Junts per Catalunya, una propuesta electoral con vocación de ser más transversal que el Partit Demòcrata y que dio un resultado mejor de lo esperado en todas las encuestas. Con la llegada de diferentes ciclos electorales el partido ha optado por presentarse en todos ellos con la marca electoral de Junts per Catalunya.
La marca es una evolución del partido sin planificación y guiada por la inercia. Salvo alguna significada excepción, todos los candidatos municipales de Junts per Catalunya fueron escogidos en las asambleas del Partit Demòcrata. En la configuración de las otras listas electorales (Congreso y Parlamento Europeo) participaron otros actores que recomendaron nombres en sitios relevantes en cada una de las listas.
Como decimos en catalán ‘qui dia passa any empeny’ y el espacio se ha ido configurando sobre la marcha a medida que cada uno de los actores ganaba o perdía batallas. Llegados a este punto y con todos los ciclos electorales completados con la marca Junts per Catalunya, y sus éxitos y sus fracasos, llega el momento de plantear la consolidación de un proyecto político capaz de seducir a una mayoría de ciudadanos que en muchos casos sigue esperando una propuesta electoral que responda a sus demandas. La heterogeneidad que era marca de la casa en Convergència Demòcratica se ha visto sustituida por un espacio en el que conviven posturas muy diversas y que no permiten al ciudadano descifrar el modelo de sociedad ni las políticas que se defienden desde las cámaras parlamentarias. Esa distorsión añade aún más urgencia a la situación y a la necesidad de redefinir un espacio político que quiere y debe representar la centralidad del país y no sus extremos.
Desde mi punto de vista el partido que será más útil a los ciudadanos de Catalunya este año que empezamos será aquel que combine mejor tres elementos clave en la receta.
En primer lugar, la idea de construir un partido que se presente como la solución y no como el problema. Es imprescindible abrir compuertas y superar los bloques para poder construir un diálogo sincero que es la única vía posible para encontrar una salida al conflicto político entre Catalunya y España.
En segundo, encontrar la fórmula justa para equilibrar las dosis de épica en el discurso y pragmatismo en la gestión. Ni una política de proclamas nos acerca a los problemas de la gente ni una política sólo de gestión puede ser óptima para defender los intereses de los ciudadanos.
Y, por último, la reivindicación de los derechos y libertades de la nación catalana y de su derecho a decidir su futuro colectivo dentro o fuera de España y la denuncia de la represión que están sufriendo algunos de los principales actores políticos del país.
Por este orden, o por el que más prefieran, aquellos que compartimos visión debemos empezar a dibujar un proyecto político que responda a estas ideas. Estoy convencido de que en la calle nos están esperando.