Elogio a la tolerancia

28 octubre, 2019

En su discurso ‘Esto es agua’, David Foster Wallace nos cuenta la historia de dos peces que van nadando por el mar cuando, de repente, se encuentran con otro pez que les saluda y les dice: “Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?”. Los dos peces siguen nadando hasta que uno de ellos se para, mira al otro y le pregunta: “¿Qué demonios es el agua?”.

Wallace confiesa más adelante que el sentido de la parábola es el de poner de manifiesto que las realidades más obvias e inmediatas son las que a menudo cuestan más de ver. Los últimos días,  en el marco de las respuestas pacíficas a la sentencia condenatoria a los lideres independentistas, han tenido lugar algunas actuaciones que los propios independentistas tenemos el deber de analizar y valorar de forma justa.

El movimiento independentista catalán siempre ha tenido los valores democráticos y la tolerancia como carta de presentación y algunos independentistas lo hemos utilizado como elemento de contraposición a una sociedad española que, a pesar de ser una de las más tolerantes de Europa, entre democracia y unidad de España siempre elije la segunda. A pesar de ser esperada, la dura sentencia que ha caído sobre los lideres políticos independentistas ha desconcertado a buena parte de la sociedad catalana que ha expresado su malestar en distintas manifestaciones y una huelga general siguiendo su tradición pacifica.

Ha sido en el marco de estas manifestaciones donde grupos reducidos de personas han protagonizado acciones que creo debemos aislar si queremos mantener el movimiento independentista cerca de valores como la tolerancia, el respeto y la democracia.

Uno de los principios que defiende Locke en ‘Ensayo y carta sobre la tolerancia’ es que  “no sería razonable que tuviese libertad de practicar su religión quien no reconoce como principio el que nadie debería perseguir  o molestar a otro por disentir de él en materia religiosa”. Esta sentencia me ha venido a la cabeza en distintos momentos estas semanas pues me parece que en este caso lo que vale para la religión vale para la política, pues aquel que exige respeto y libertad debe trabajar también para garantizar el respeto y la libertad de su adversario político.

A lo largo de estos días  han circulado por las redes y por las grandes cadenas estatales decenas de vídeos de participantes en las manifestaciones independentistas impidiendo a periodistas realizar su trabajo. Al grito de “Premsa espanyola manipuladora” se han silenciado periodistas y boicoteado conexiones. Se han justificado de forma sistemática por una  discrepancia con el enfoque periodístico que se daba a la noticia. Siendo justos tampoco podemos obviar que algunos de los periodistas animaron a manifestantes a que los increparan para disponer de una conexión más animada. Hemos visto también decenas de estudiantes presionar al Rectorado de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona para que la Universidad cerrase durante la huelga general en contra de la voluntad del Rectorado, que finalmente se vio obligado a cerrar el centro convirtiendo el derecho a huelga de profesores y docentes en una imposición.

Sin animo de ser ‘más papista que el Papa’ me parece importante que seamos los independentistas quienes seamos capaces de condenar dichas actuaciones y alejarlas del movimiento. Debemos aspirar a la libertad política defendiendo también la libertad política de aquellos con los que discrepamos. Es un deber moral entender que los distintos enfoques periodísticos así como los derechos de aquellos que discrepan de nuestras opiniones, sean éstas mayoritarias o no, deben ser respetados y debemos centrarnos en defender nuestras ideas sin coartar la libertad de los demás.

Si intentamos descubrir en que se diferencian un grupo de independentistas intentado silenciar a una periodista y lanzándole objetos con el grupo de fascistas que atacó Catalunya Ràdio hace unos años la respuesta es desesperante, pues posiblemente sólo se diferencian en la naturaleza de sus reivindicaciones, que para nada justifican el resultado final de sus actuaciones. Es por eso que no nos podemos permitir el lujo de que nos pase lo mismo que a los peces de Wallace si queremos preservar el movimiento independentista de aquello que hemos condenado siempre. Debemos tener la capacidad de mirar con perspectiva y objetividad cada una de nuestras actuaciones para no convertirnos en aquello de lo que huimos.

 

 

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